jueves, 30 de noviembre de 2006

Benedicto XIII, el papa Luna : El hombre que fue piedra

Hoy es la segunda presentación oficial de la novela de Angélica Morales: Benedicto XIII, el papa Luna : El hombre que fue piedra, de la Editorial Delsan, el nº 8 de su colección "Personajes" (ISBN 84-95487-56-X). Tendrá lugar en Huesca, en la Biblioteca Ramón J. Sender. El pasado 24 de noviembre se presentó en Zaragoza, en el Espacio Cultural de El Corte Inglés, junto a otra novela de la colección obra de Ricardo Vázquez-Prada: Gaspar Sanz: La magia de la guitarra. Está previsto que el próximo 16 de diciembre se presente también en Illueca, en el Castillo-Palacio de los Luna, patrocinado por la Comarca del Aranda. Las ilustraciones son obra de José Manuel Ubé.

Incluimos algunas imágenes del acto de presentación en Zaragoza:

Ricardo Vázquez-Prada, Angélica Morales y Javier Aguirre (izda). La autora con Rosendo Tello (dcha)

miércoles, 29 de noviembre de 2006

El amor

El amor

Definiendo el amor



Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.


Francisco de Quevedo

(Ilustración de José M. Ubé)

Los amantes de Teruel
.
.
.
Muertos decías tú. Pero la revolución triunfa.
Muertos, envueltos en su soplo.
La guerra hace estragos en las brechas del horizonte.
El horizonte, su cuerpo.
Regueros de sangre, su cuerpo.
El amor triunfa. Muertos, decías.



Jean-Clarence Lambert

martes, 28 de noviembre de 2006

Paco, Paco Van Damme

¿Quién dijo miedo? ¿quién dijo que Van Damme no tenía cultura (musical)?

Aquí lo tenemos sin miedo bailando el clásico de Encarnita Polo: Paco, Paco, Paco Van Damme.


miércoles, 22 de noviembre de 2006

Luna de miel en Nueva York

Luna de miel en Nueva York

(Texto de Angélica Morales)

Lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare. ( Robert Louis Stevenson )

LUNA DE MIEL EN NUEVA YORK

Cuando me casé, lo único que tenía clarísimo era dónde me iba a ir de viaje: a Nueva York. Como lo de poner lista de boda es un coñazo porque en realidad tenía de todo, y tampoco era cuestión de llenarme la casa de juegos de café y figuritas de imitación de Lladró; decidimos abrir una cuenta en el banco y destinarlo a pasárnoslo bomba en Nueva York.

La verdad es que lo teníamos todo calculado: el viaje, el hotel, los días que íbamos a estar... No mucho, una semanita, pero ya sales y ves algo, que nuestro recorrido más largo había sido hasta el momento Teruel-Valencia. Total, que llega el día, que por cierto no pude pegar ojo en toda la noche de pensar que me tenía que pasar ocho horas metida en el avión; porque esa era otra, era la primera vez que montaba en avión y ya me veía estampada en el océano. Bueno, pues llegamos al aeropuerto Kennedy, ya en suelo americano, cansados pero ilusionados por la aventura que nos esperaba. Descendemos del avión y nos quedamos de los últimos en la aduana. Yo estaba asustada, la verdad, tanta gente rara, tanto negro grande, y encima sin entender ni papa de inglés; sólo sabía decir “Ay don andestán” que significa “No entiendo nada”, y mi marido tampoco venía de Oxford precisamente, chapurreaba frases hechas y con acento baturro, que era lo peor. En fin, llegamos a la ventanilla, yo le dejo el trabajo sucio a mi marido y sonrío con cara de buena persona, porque con estos americanos nunca se sabe. Entregamos los pasaportes a un policía con gafas de sol, cara de matón y mandíbula de mascador de chicle y de pronto, empieza a hablarle al de la ventanilla de enfrente, gritando y riéndose. Y el otro le contestaba, en inglés claro, a voz en grito y venga a reírse los dos. Y nosotros muertos de miedo, sin coger ni una y pensando que nos habían confundido con unos narcotraficantes colombianos, porque somos morenos, bajitos y rechonchos, como la mayoría de los españoles. Y entonces nos hacen la gran pregunta: “Joney mun? Joney mun? Joney mun?” Pero lo decía como con la boca llena y no había manera de entenderlo. Yo seguí sonriendo, mi marido se ponía cada vez más nervioso por su incapacidad de descifrar lo que pasados cinco minutos de interrogatorio descubrió que era algo tan inocente como ¿De luna de miel?. Naturalmente le contestamos con tres “yes, yes, yes” seguidos para evitar mayor confusión.

Seguimos adelante y en el hall del aeropuerto vemos a un montón de personas pegadas a una valla, con letreros llenos de nombres: “Señor y señora Nosequé”, “Pedro”, “Paquito”. A mí me pareció un poco ridículo. Y entre la multitud divisamos unos brazos peludos sosteniendo el emblema de rigor: “Señor y Señora Uve”, el apellido de mi marido, pero lo habían escrito mal, porque es con B de burro, no con uve, y yo le digo a mi marido: “Mal empezamos, Pepe”.

Y fue una premonición. Nos meten en un autobús, con cuarenta españoles, la mayoría matrimonios jóvenes y jubilados, y nos distribuyen por hoteles. Qué casualidad que al nuestro sólo íbamos nosotros. Bueno, hasta ahí bien, porque estaba en Central Park, al lado de Broadway y a mí me hacía ilusión. Nos dejan y aquello estaba lleno de japoneses. Una cola en la recepción... Nos toca el turno y mi marido le dice que teníamos una habitación reservada. El hombre mira en el ordenador y allí no aparecíamos. Yo ya no podía más. Estaba negra. Con los pies hinchados y vigilando las maletas, que me habían dicho que en América había mucha delincuencia. Y para más inri, el que nos atendía no sabía español. Menuda pareja. Mi marido desesperado, hablando estilo indio. El otro de mala leche, en sus trece, sin esforzarse por entenderlo. Y yo ya empecé a cagarme en el país de la libertad. Total, que nos hacen retirarnos y nos marginan a otra recepción, esta vez con una chica venezolana guapísima. Nos dice que se solucionará en un momento y que esperemos. Esperamos dos horas. Venga a ver pasar japoneses haciéndose fotos hasta con los ceniceros. Nos vuelven a llamar y nos dan habitación. Subimos, ya más tranquilos, abrimos la puerta y nos encontramos... la cama sin hacer, el cuarto de baño deshecho, el mueble bar asaltado... un desastre. A mí me entra una especie de ataque de ansiedad y empiezo a discutir con mi marido, el pobre, que no tenía culpa de nada. Le obligo a bajar y a quejarse mientras espero con las maletas. Esta vez nos dicen que nos vayamos a dar una vuelta hasta que la arreglen.

Nos vamos, pero enfadaos, claro. Estábamos andando por Broadway como si estuviéramos en Albacete, sin disfrutar de nada, con lo bonito que es.

Volvemos al hotel y la habitación estaba limpia. Se nos pasó todo. Empiezo a deshacer las maletas, feliz, mi marido se mete en el baño, porque entre los nervios, el avión, y los perritos calientes que nos habíamos comido estaba un poco descompuesto. De repente, escucho una especie de explosión y mi marido sale blanco como la patena y me dice: “No entres al baño, por favor”. Y yo le digo: “¿Por qué? “Porque no.” Se empieza a vestir y yo intuyo que ha pasado algo. Entro y me encuentro con un montón de porquería esparcida por el retrete, las baldosas, el lavabo... y empiezo a reírme histérica. Y el otro, pobrecito, avergonzado. Le digo: “Pero ¿qué has hecho?.” “Nada, ¡qué voy a hacer! Cagar y tirar de la cadena... pero no hay agua y como estos americanos son tan raros, la cisterna funciona a presión...” Podéis imaginaras el impacto. Eso fue la bomba de Hiroshima. Después de desahogarme, intentamos buscar una solución. Miramos en un cartelito que había en la mesilla del servicio de habitaciones, llamamos y la señora nos contesta que no podía venir, que estaba fuera de servicio, que hasta el día siguiente no se podía limpiar y que además, se había ido el agua en todo el hotel. Todo esto en inglés gritón y ofensivo, encima. Mira, lo que nos faltaba. Así que tuvimos que dormir con la peste, sin poder ducharnos, ni hacer nada.

Esa fue nuestra noche romántica de viaje de novios en Nueva York. Pero ahí no terminó todo. Al día siguiente, teníamos contratada una excursión a la que aparecimos hechos unos adefesios, con la cara avinagrada y evitando el tufo a sudor a base de desodorante. Afortunadamente a la vuelta nos cambiaron de habitación y nos vuelve a pasar lo mismo: estaba sin hacer. Debe ser una costumbre, no sé. Pero lo peor es que vamos al baño y nos encontramos un regalito en el bater del anterior visitante, además de un grosor considerable, eh. ¡Nueva York! ¡La ciudad más maravillosa del mundo!, o al menos eso dicen, yo la recuerdo como la ciudad de la mierda.



Y para calmar la ansiedad y los gases, allá va que va que va la Cinquetti y su rosa nera.

martes, 21 de noviembre de 2006

Diario de un hombre gris (marengo)

Diario de un hombre gris (marengo)

Hoy me encuentro especialmente ocupado. Por fin levantamos anclas (y cómo pesaban, las jodías) y nos hicimos a la mar una madrugada llena de rojos y violetas insultantes. Como tengo bien enseñado al grumete Sebastián le dejo que lleve el rumbo a su libre albedrío, pero por las estrellas que aún relucen me parece que nos dirijimos al norte. Por eso, porque veo que la travesía es larga, voy a poner un poco de orden en este maremágnun vital que recopilo en mi camarote. Hoy no escribo nada más. Una imagen lo dice todo. ¡Ron, ron, ron, la botella de ron!




Y para amenizar la espera mientras busco algún texto interesante para poner en el diario de bitácora, os dejo con Adriano Celentano y su célebre "azzurro" de 1968 (tres añitos tenía, ay, cómo pasa el tiempo)

lunes, 20 de noviembre de 2006

Pasatiempos

Hoy sólo puedo mostraros algunos de los pasatiempos del grumete Sebastián. Este mozuelo de ochenta y tantos no tiene otra cosa mejor que hacer que divertirse con las camareras que encuentra por las rondas nocturnas en el puerto. En fin, aquí os dejo una muestra de las imágenes de las que según él, "compodrán algún día mi mejor legado para la posteridad":



domingo, 19 de noviembre de 2006

Sábado tempestuoso

Desde que no olvido mi cámara digital (digital porque la llevo en la mano, vaya) puedo obtener curiosas instantáneas de la vida nocturna. En este caso he pillado a mi grumete Sebastián en actitud un poco obscena con una de las camareras del "Pollo Noé Sido", en Veracruz.


Aquí seguimos. No nos hemos movido. Yo conversando de temas literarios y filosóficos con la bella Lorelei (a la que han operado en parte corporal no mencionable y debe permanecer convaleciente durante un mes), y mi grumete haciendo de las suyas, como han visto.

El tiempo es inmejorable. Añado. Gracias a eso hemos dedicado parte de nuestro ocio a comprar recuerdos típicos del lugar. En este caso os muestro la imagen del tendero Luis Alfredo Ramón del Enciso que me ofrecía esta cabeza disecada típica de los Araucanos, pero me parecía demasiado "fresca" todavía y me decidí por unos trozos de cobre natural con forma de consolador andino.

viernes, 10 de noviembre de 2006

La bella Lorelei S.

El grumete Sebastián no ha dejado de molestarme hasta que no pusiera en el diario de bitácora esta foto que le hizo a la bella Lorelei ayer, mientras esperábamos el filete a la araucana que nos sirvieron para cenar.

Desde luego, este grumete salido no me deja concentrarme en otros temas más profundos. Claro que la foto también tiene temas profundos que destacar. En fin, Lorelei nos dijo que uno de sus más jovencitos amantes la había cogido como modelo para una de sus películas de animación. No pude dejar de demostrar mi extrañeza cuando vi el título: "Los Amantes de Teruel". Que alguien recordara la trágica historia medieval de mi ciudad natal en un punto tan alejado del planeta y más pensando la explendorosa Lorelei como modelo de Isabel, era algo que se salía de mi estructurado entendimiento. Al visionarlo ví que sólo eran amantes por el título y lo de Teruel servía para cualquier punto del planeta. Vean, vean...

Los Amantes de Teruel


Si alguien quiere conocer la ciudad de los amantes, vean este vídeo promocional y sino, vengan, que no cuesta nada.

Teruel


Y por último una prueba feaciente de que mantengo vivos diálogos con la sublime Justine:

JUSTINE dice:
Hola titi
JUSTINE dice:
De regreso estoy
El hombre invisible dice:
ya veo ya
El hombre invisible dice:
¿qué tal?
JUSTINE dice:
pues eso
JUSTINE dice:
tipo cebado
El hombre invisible dice:
mejor que tipo cebada
JUSTINE dice:
cebado en tarjeta
JUSTINE dice:
jijojijo
El hombre invisible dice:
jo
JUSTINE dice:
bueno he sacado los garbanzos
JUSTINE dice:
voy a añadir arroz
El hombre invisible dice:
vale
JUSTINE dice:
y ahora voy a hacer las maletetas
El hombre invisible dice:
tendremos que hacer un viaje
El hombre invisible dice:
por el microondas
JUSTINE dice:
y a barrer un peu, pero peu
JUSTINE dice:
uys
JUSTINE dice:
no me acordaba
JUSTINE dice:
vale
El hombre invisible dice:
no lo dejamos ya
JUSTINE dice:
así le pido de paso 20 euros
JUSTINE dice:
por las molestias
El hombre invisible dice:
como te pasas, jo tía
JUSTINE dice:
jo tio
JUSTINE dice:
alguien tie que hacer el trabajo sucio
El hombre invisible dice:
bueno, te dejo un ratete
JUSTINE dice:
chaito
JUSTINE dice:
me las pirro
El hombre invisible dice:
vampirro
El hombre invisible dice:
chao
JUSTINE dice:
chaito


jueves, 9 de noviembre de 2006

Descanso en Valparaíso

Disculpad la tardanza en volver a ponerme en contacto con vosotros. He estado disfrutando de unos días de asueto en compañía del grumete Sebastián en Valparaíso, para volver a estar con la bella Lorerei. No era el único como podéis comprobar. Al llegar a la bahía ya estaban esos pesados ingleses que llenan los mares con sus bonitos veleros y sus tés de las cinco.

Lorerei estaba radiante y su actuación en el Molino Azul fue apoteósica, una vez más. Antes de salir al escenario la visité en su camerino y allí estaba, esplendorosa, en una bata de guatiné, comiendo unos pastelillos de crema y viendo su serie favorita: Conan The Librarian

Y que ahora va a tener una continua lucha de audiencia con esta otra: Super Librarian


Si queréis saber algo más del apasionante mundo de los bibliotecarios (era mi antigua profesión antes de huir en este viejo velero) ved esta película promocional realizada hace unos pocos años.

No os toméis la vida demasiado en serio; de todas maneras, no saldreis vivos de ésta.