martes, 4 de septiembre de 2007

Caravaca



Regreso a la toponimia con Caravaca. No, no es la cara que se me pone cuando algo me pilla por sorpresa; se trata de Caravaca de la Cruz, población murciana muy santa ella, ya que es la quinta ciudad santa según el antiguo papa Juan Pablo II (las otras son Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Liébana). En su castillo se guarda la famosa Cruz de Caravaca. Seguro que muchos la han visto reproducida en los cuellos de sus vecinos y vecinas, ya que es costumbre desde tiempo inmemorial (vamos, desde el siglo XVI), el regalar la cruz de padres a hijos, de enamorado/a a enamorada/o, etc. La Vera Cruz es un "lignum crucis", es decir, un trozo de madera perteneciente al leño donde fue crucificado Cristo. Se conserva en un relicario con forma de cruz de doble brazo horizontal (de 7 y 10 cm.) y uno vertical (de 17 cm.). Ya saben lo que ocurre con el tema de las reliquias (los 73 dientes de San Pedro, las siete cabezas de San Andrés, etc.), incluyendo la cruz, de la que con los restos que se conservan podría hacerse una reproducción del Santísima Trinidad trafalgareño. Como de temas religioso-espiritoso-sectario no me ocupo, lo dejo al gusto de los polemistas de oficio.



También son curiosas en Caravaca (además de las fiestas de moros y cristianos), las célebres carreras de los caballos del vino, prolegómeno a las fiestas mayores dedicadas a la vera cruz. El origen de la fiesta tiene aires de leyenda. Se dice que los templarios sitiados en el castillo necesitaban agua. Rompiendo las líneas de los sitiadores cargaron enormes pellejos de vino en sus caballos y regresaron a toda mecha dispuestos a dar debida cuenta del líquido elemento. Lo que no entiendo es que si les faltaba agua ¿por qué trajeron vino?

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