martes, 2 de octubre de 2007

Pereza

Manuel Bretón de los Herreros

A LA PEREZA

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y, de tal modo
tu estúpida modorra a entrarme empieza,
que no acabo el soneto... de per...


PEREZA

Joseph Robertson.


la pereza es ágil y fuerte
conoce una velocidad de efecto
contra la que pocos intelectos
han sabido ni querido luchar
la pereza corre y vuela
inundando terrenos secretos
que se acostumbran a defenderse
por nomás el velo de un temor a la luz

la pereza permite que ocurran
milagros de la imposibilidad despierta
que a la vez uno disfrute y sienta miedo
de una sola seguridad: la nada

uno puede habitar siglos mareados
metidos sin recurso en el centro de
una semilla de jazmín sin conocer
a fondo los misterios de la pereza

uno puede gastar cordilleras de vida
carnal meditando en esos armamentos
que parecen traerle a la pereza
su infinito flujo de presa y triunfo

agobiante cantante política la pereza
persigue e interpreta cada uno de
los más grandes acontecimientos de
la historia (como si fuera su autor)

como redes de araña en coro
habita en los huesos de la pereza
una pregunta infranqueable:
¿es (absolutamente) necesario (todo) esto?

y así la pereza borra paciencias
borra obras de arte que jamás
se harán héroes de este mundo
y vence la pereza incluso a la pereza

nos enseña lo que es un espejismo
rodeándonos todos con espejos que
no pueden reflejarnos en realidad
y nos pintan de exigencias ajenas

la pereza esquiva la gramática mundana
que perpetuamos sólo por resistir a los
inmensos peligros percibidos de la pereza
fuerza que no acabamos de entender

la pereza es ágil y fuerte y habrá
que pronunciarlo en cuanto escuchemos
el llanto de todas aquellas bellezas
que no se han convertido en vida




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